Una historia más (23)

Ariadna observaba a Kaen, éste había sentado a la chica en una silla de madera y daba vueltas sobre ella, parecía un cazador alrededor de su presa. Ariadna tampoco se movía, de repente se le habían pasado las ganas de salir corriendo de ese lugar, algo en su interior le decía que eso no tenía sentido, debería estar intentado escapar y, sin embargo, se sentía tranquila.

– Ariadna, te presento a Leire. Leire y yo tenemos muchas cosas en común, ¿sabes? Lo que pasa es que Leire no lo sabe y yo se lo quiero contar. No podemos dejar que la gente viva siempre en una mentira, ¿no crees? Algunos creen que soy malo, pero realmente yo me considero un ser bastante bondadoso. Yo creo que es por mis dientes… Pero son picudos y eso no tiene remedio, realmente padezco bastante de la boca, como cualquier otra persona en mi situación, ¡imagínate!- Kaen mostró sus dientes a Ariadna y esta hizo una inclinación de cabeza comprensiva. – Leire, me gustaría que le contases a Ariadna un poco de ti, para que entienda la situación.

Leire miró a Kaen y asintió con la cabeza.

– Mi madre murió cuando nací, así que me crié con mi padre y mi hermano mayor, Neal. Mi vida ha sido una vida feliz. Aunque mi madre estuviera muerta yo siempre la he sentido muy cerca, a veces recuerdo en algunos momentos una presencia invisible que me guardaba, sobre todo cuando era muy pequeña. Dejé de sentirla cuando caí del caballo, me puse muy malita y mi padre me tuvo que llevar a una curandera. El único recuerdo que tengo de esa noche es la figura de mi madre diciéndome que me quería y desde entonces no la he vuelto a sentir nunca más, es como si me hubiera protegido de la caída y ya no la necesitase. Cuando crecí estudié las curas, las hierbas, un poco de magia para curar el alma y me convertí en la nueva curandera de la zona, ya que la anterior se marchó un día sin avisar. Desde entonces me dedico a salvar vidas y hace un año me casé con un cazador de un poblado vecino.

Kaen acarició la cara de Leire y le hizo un pequeño corte sin querer, su cara hizo una mueca de disgusto.

– No puedo evitarlo. Disculpa Leire, era una caricia. Me sabe muy mal que hayas vivido engañada toda tu vida, te mereces algo mejor.- Kaen se sentó frente a ella -Ahora te voy a contar todo lo que tú y yo tenemos en común.

Continuación

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